Diario La Razón
Viernes, 21 de Enero 2011
Viernes, 21 de Enero 2011
por: Jaime Salinas
Como lo anticipamos la semana pasada, la decisión de Mercedes Araoz de renunciar a la candidatura a la presidencia por el PAP ha sido, sin duda, la noticia política más importante de la semana. Primó la dignidad ante la ambición, primaron los valores y los principios antes que las prebendas y los acomodos, se impuso la decencia de una mujer valiente e inteligente a las manipulaciones tradicionales de los que siguen creyendo (equivocadamente por cierto) que los peruanos somos tontos y se nos puede engañar o manipular para que algunos se perpetúen en sus puestos de poder.
Felicitamos a Meche Aráoz por el gesto. Un gesto vale más que mil palabras, dice el refrán, y nunca mejor dicho, para ejemplarizar este caso. Es un gesto que la engrandece y nos da una lección a los peruanos: la buena política es la que se ejerce buscando el bien común y el bienestar de las mayorías por encima de los intereses personales o partidarios.
Esto pasa por extirpar de raíz y para siempre la corrupción en nuestra Nación; pero no me refiero solamente a la corrupción económica (que de por sí ha hecho muy ricos a unos pocos y muy pobres a las mayorías) sino sobre todo a la corrupción de espíritu. Esa lacra que ha contaminado a gran parte de la clase dirigente del país quienes lo han manejado en función de sus apetitos e intereses personales postergando el verdadero potencial de crecimiento y desarrollo con equidad que el Perú y sus habitantes reclamamos desde los inicios de la República.
Meche ha dado un mensaje claro y contundente a tirios y troyanos, no solo en el sector público, sino también en el privado, al demostrar que la dignidad no tiene precio ni lugar para acomodos.
Ella ha lanzado un disparo claro y certero para hacerle ver a los camaleones de los poderes fácticos que el oportunismo y las ambiciones personales son el gran mal que ha impedido que nuestro país sea más próspero, más equitativo, más inclusivo y más justo con sus 29 millones de habitantes. La moraleja que nos queda con la renuncia de la ex ministra es una de respeto a lo correcto y de grandeza espiritual.
Esperemos que esta lección cale en nuestros ciudadanos y logremos diferenciar la paja del trigo a la hora de acudir a las urnas. Solo así, este tipo de esfuerzos lograrán el objetivo de alcanzar un nivel de desarrollo económico, cultural, social y político que “todos” los peruanos anhelamos y merecemos. Es hora que comprendamos que el Perú requiere de un Estado meritocrático, integrado por gente honesta y capaz que se preocupe por todos y no solo por algunos, y que se elija y luego se designe en los cargos públicos a los mejores y no a los mediocres (para luego poder manejarlos al antojo de los gobernantes). Con el gesto de Mercedes Aráoz se ha dado un gran primer paso, resta mucho por hacer.
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