Diario La Razón
Viernes, 03 de Febrero 2012
Por: Jaime Salinas
Si usted revisa la cantidad de dinero que el Perú tiene acumulado por la falta de ejecución de obras públicas y lo compara con la calidad de vida de los peruanos encontrará una contradicción inexplicable: solo en Lima hay más de un millón y medio de hogares sin agua o desagüe y existen cientos de poblados en el país que no cuentan con carretera u hospital. Sin embargo los recursos para suplir estas deficiencias sí los tenemos. ¿Cuál es entonces el problema?
¿Cómo se explica que una corporación llamada Perú, que es propiedad de todos nosotros y cuyo fin de lucro es el bien común, tenga ganancias y cuentas en azul, pero que la mayoría de sus dueños (o sea los ciudadanos) vivamos endeudados, inseguros y sin oportunidades de mejorar? La explicación es simple, se requiere de gobernantes con capacidad de gestión con eficiencia, honestidad, conocimiento, creatividad, liderazgo y compromiso social.
Sin embargo hay que poner énfasis en la honestidad. Recordemos que el mal endémico que padece el Perú y que ha degenerado en estas injustas contradicciones es la corrupción ética en el ejercicio del servicio público. Para ello debemos terminar con los nefastos blindajes políticos que hacen tanto o más daño al país que un desfalco económico cualquiera.
La terrible práctica de la protección de malos funcionarios por parte de sus jefes o colegas es la base de la corrupción ética, que luego deviene en económica y que tanto perjudica al desarrollo nacional. Tenemos varios casos a la vista en el país y otros tantos en Lima. Basta ya de blindajes, mantener en sus puestos a personajes incapaces y cuestionados es corrupción ética y los peruanos no merecemos eso.
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