Viernes, 15 de abril 2011
Por: Jaime Salinas
Este sistema, en el que pasan a segunda vuelta un candidato que tiene al 70% y otra al 80% del país en contra, es preocupante y muy peligroso. Estamos seguros de que así es la democracia. ¿O es que así es un estado auto-denominado “democrático”, pero que en el fondo es un sistema perverso y sombrío que vía la manipulación estratégica de muchas conciencias e intereses (algunos con absoluta ingenuidad y otros con abierta complicidad y sumisión) son manipulados para establecer el camino que este astuto poder quiere que la población y por lo tanto el país siga, apoyándose en su vasta experiencia en estos menesteres?
Hace más de un mes publiqué un artículo en esta misma columna “La final soñada de Palacio” (lo pueden encontrar en mi blog “la mochila de Jaime”) y en él, me aventuré a vaticinar que el pase a la segunda vuelta lo tenían asegurado Ollanta Humala y Keiko Fujimori (cuando todavía Alejandro Toledo encabezaba supuestamente la intención de voto y PPK no pasaba del cinco por ciento) y ambos candidatos lograrían esto, señalé en dicha columna, gracias a las hábiles maniobras y estrategias muy bien elaboradas desde ese poder sombrío.
Desafortunadamente el tiempo me dió la razón y no me equivoqué. Este inmenso poder asociado a otro que alguna vez declaró que no puede decidir quién va a ganar pero sí puede impedir que no gane quien él no quiera, son a mi entender los grandes artífices y generadores de este resultado electoral.
Son dos socios de una misma empresa cual es llevar al país al autoritarismo corrupto más sofisticado y soterrado que nunca hayamos visto y así perpetuarse en el poder a partir de la experiencia adquirida sin cometer los errores del pasado y alternándose el sillón presidencial sucesivamente y con mucha astucia en función de sus ambiciones personales y familiares.
Es por ello que es urgente crear un mecanismo constitucional que impida que el voto se disperse de esta forma ya que no podemos esperar actos de grandeza y de concertación de nuestros políticos. Ellos han demostrado no ver más allá de sus propias orgullosas y ambiciosas narices. Realmente, es absurdo tener que pasar dos veces por lo mismo. Votar por el menos malo no es elegir libremente, así no es la democracia. Hay los fujimoristas, los humalistas y el resto.
A ese resto, que son el otro 50 por ciento del Perú, les han puesto una bandeja de candidatos para marearlos, dividirlos, ergo, vencerlos. En el atiborrado 70% de espacio electoral que nos dejó Humala y en el que había que botar antes de votar, el voto luego fue contra Keiko.
A partir de allí y del veto a la información estadística (con las manipulaciones del caso) la población tuvo que dividir su voto entre los otros tres y algunos decidieron votar por el candidato que más pelea pudiera hacer, pero la realidad es que al parecer hubo algún candidato que jugaba con un as bajo la manga y sabía algo que el resto no conocíamos y por lo tanto no todo el mundo cambió su voto ni tenía por qué hacerlo ya que votar por convicción era lo idealmente correcto. Por otro lado, la mayoría de peruanos que podría haber aceptado votar estratégicamente, no tuvo acceso a internet y por ende a los sondeos difundidos por las agencias de prensa internacionales y por lo tanto sólo unos pocos sabían que PPK le pisaba los talones a Keiko. Si las encuestas hubieran sido mostradas a todo el mundo los resultados posiblemente serían otros. Demasiados errores en el proceso y ninguno que nosotros los ciudadanos comunes pudiéramos corregir. Siento que nos hicieron tontitos, pero tampoco podíamos evitarlo. Ahora sí creo que los peruanos podremos evitar que nos sorprendan y en mi artículo de la próxima semana explicaré cómo. Esta final no es una casualidad, habría estado muy bien planeada y habría sido trabajada con mucho tiempo y paciencia, pues en política nada es casualidad. Esta es una final anunciada y digna de Macchiavello, ¿o de Montesinos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario