Viernes, 17 de Diciembre 2010
por: Jaime Salinas*
En un viaje que hice a Tailandia invitado a participar en un congreso de la Liberal Internacional (organización mundial que agrupa a más de 120 partidos políticos que como Justicia Nacional creemos en la libertad, la democracia y la igualdad), nuestro muy eficiente y dilecto amigo embajador en Bangkok, Carlos Velasco, me sugirió que visite Camboya y específicamente Angkor Wat, los templos budistas construidos entre los siglos XI y XV, considerados patrimonio de la humanidad por la Unesco. Gracias a la sugerencia de Carlos me tomé un par de días libres para visitar dicha maravilla arqueológica y arquitectónica ubicada a poco más de cinco kilómetros de la ciudad de Siem Riep, el centro urbano que alberga a los más de siete millones de visitantes que llegan al año. En esa ocasión me pregunté cómo era posible que un país como aquel, con un régimen político totalitario y más pobre que el nuestro, recibiera 5 millones más de turistas que el Perú?
En ese sentido, hace unos días tuve la suerte de pasar el fin de semana en el Cusco, ciudad mágica y sagrada a la cual siempre me agrada volver. Por supuesto visité una vez más la ciudadela de Machu Picchu, quedando gratificado por tan espectacular legado de nuestros antepasados. En esta oportunidad (como en las anteriores) no hubo ciudadano extranjero con los que conversé durante el trayecto de ida y vuelta en que no coincidiéramos que el Perú no tiene nada que envidiarle a otros países del mundo en términos de riqueza y potencial turístico. Todos aquellos con los que hablaba y que, como yo, hemos tenido la oportunidad y la suerte de visitar distintos lugares del mundo coincidíamos que nuestro país y sus maravillas son iguales o superiores a las famosas pirámides de Egipto, a los impresionantes templos de Angkor Wat o los vestigios mayas.
Es por ello que soy un convencido que si pusiera como punto primordial en la agenda del Gobierno el apostar por el desarrollo del turismo a gran escala, en muy pocos años veríamos los enormes cambios positivos y los magníficos resultados económicos y culturales que esa industria nos aportaría. Si yo fuera candidato a la presidencia, mi principal propuesta de gobierno sería el prometerle a los peruanos y sobre todo a los jóvenes en las distintas regiones del Perú que concentraría mis esfuerzos en generar las condiciones e incentivos legales, impositivos, financieros y de infraestructura para atraer la mayor cantidad de inversión nacional y extranjera a esta mágica industria que no solo genera miles de empleos directos en hostelería, restaurantes, transporte, comercio y otros, sino también muchos otros empleos indirectos. Hoy nuestro país recibe poco más de dos millones de visitantes al año a pesar de las múltiples maravillas arqueológicas y naturales que poseemos. Es de una miopía lamentable que los gobernantes y políticos peruanos no perciban esta importante oportunidad por lo que con aprecio alcanzo esta propuesta a los distintos candidatos presidenciales para que alguno de ellos la haga suya y plantee el desarrollo del turismo como una verdadera política de Estado con prioridad uno, sin descuidar por cierto el impulso a otras actividades económicas. Sepamos que solo el turismo, correctamente potenciado y eficientemente marketeado, le generaría al Perú miles de millones de dólares al año en ingresos y promovería la generación de empleo para cientos de miles de jóvenes y familias que lo necesitan. El turismo es potencialmente la actividad que permitiría que nuestro país salga de la pobreza y alcance el desarrollo sostenido como lo han hecho España, Marruecos o Italia, entre muchos otros países, cuyos ingresos nacionales provienen en gran parte de este importante sector.
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