A menos de un mes de la segunda vuelta electoral, los dos candidatos en disputa ya tienen desplegadas las estrategias que sus asesores, adulones o ellos mismos se han planteado para ganar la elección. Sin embargo, ambas son tan poco efectivas que los dos siguen en el mismo limbo del empate técnico con el que empezaron esta nueva contienda hace cuatro semanas. Ninguno de los dos logra convencer de forma contundente y clara al electorado escéptico y fastidiado con una final que el cincuenta por ciento de electores no quería. Es por esta misma particular situación, por el escepticismo reinante en gran parte de los votantes que esta nueva elección, requiere del diseño, planeamiento e implementación de una estrategia integral de imagen y comunicación orientada no a convencer a los convencidos ni a consolidar a los seguidores que ya tienen los candidatos (que es lo que equivocadamente están haciendo), sino una estrategia inteligente, distinta y efectiva para lograr convencer a los indecisos, a los dubitativos, a los fastidiados y por qué no, a los opositores también. Una estrategia que convenza quién es el mejor candidato y no cuál es el menos malo. Qué patético, tener que ser elegido Presidente de un país no por tus talentos y tus méritos, sino porque tienes menos defectos que tu adversario.
Si algo queda claro es que en esta segunda vuelta ningún candidato ha entendido la importancia en la política moderna del uso adecuado de las técnicas del marketing electoral y la comunicación estratégica profesionalmente hablando. Ningún partido se ha enterado que las campañas políticas ya no son el mismo intercambio de insultos y de recuerdos del pasado ni mucho menos de afirmaciones de lo negativo o de la exacerbación del miedo a algo o a alguien. Eso ya no funciona. Las campañas de segunda vuelta deben ser expresiones de optimismo proyectadas a la masa electoral con el fin de hacerle sentir que uno puede confiar y creer en un candidato y su equipo más allá de lo que digan o no de él o de ella; y mas allá de lo que haya sucedido en sus pasados. Una buena estrategia electoral no se basa en manipulaciones mediáticas perversas, en demonizaciones paranoicas del adversario, ni mucho menos en evocaciones de un pasado que la mitad del electorado no recuerda o no quiere recordar. Una campaña electoral efectiva se basa en rescatar elementos que transmitan confianza y seguridad al elector que tal o cual candidato está capacitado para brindarnos un futuro mejor al que tenemos ahora. Un futuro con tranquilidad, seguridad, paz y esperanza en mejorar nuestra calidad de vida consolidando lo avanzado sin retroceder al pasado. Es decir, una buena campaña electoral tiene que basarse en buscar obtener la confianza del elector en la persona y su equipo a partir de la esperanza y el optimismo y no buscar descalificar al contendiente por su pasado o el de su entorno. Queda claro (a estas alturas del partido) que ninguno de los dos candidatos ha entendido esta idea, ni la han implementado y que tampoco tienen equipos profesionales detrás de ellos capaces de hacerles entender que están errando y a los hechos me remito: ambos siguen entrampados en sus contradicciones y acusaciones mutuas y sus “jales” de caras nuevas no convencen para despuntarse y demostrar una clara ventaja con respecto al otro. Esto por una sencilla razón: han convocado a técnicos y no a comunicadores políticos. Los técnicos transmiten ideas, los comunicadores transmiten emociones. ¡La confianza es una emoción mas no una razón!
Ambos candidatos están anclados defendiendo sus fueros internos, justificándose a sí mismos, a sus pasados y a sus entornos pero ninguno ha marcado una verdadera diferencia que los haga distintos y más creíbles de lo que fueron en la primera vuelta. Es más, me atrevería a asegurar que si el voto en el Perú fuese voluntario el abstencionismo en esta segunda vuelta sería inmenso. Y todo esto porque tanto Ollanta como Keiko no se han enterado que de no realizar cambios concretos y lanzar mensajes claros, acompañados de hechos convincentes que muestren su liderazgo y capacidad para conducir el país, este empate técnico inducido por terceros se mantendrá y esta elección no la ganara ninguno de los dos por su habilidad, capacidad, experiencia y/o por sus ideas, sino que una vez más ganará el manejo interesado de sus entornos relegándolos a un mero papel de actores secundarios en su propia película. Esta es la hora de ver cuál candidato (si alguno) es verdaderamente un líder y si se destaca por su astucia, valor, arrojo y sabiduría en la toma de decisiones audaces que marquen la diferencia entre ellos. A tres semanas de la elección todavía no está nada dicho porque si uno u otro, cambia de rumbo, se arma de valor, da un giro de timón y muestra hechos concretos y caras concretas que irradien confianza y seguridad en el elector y logra transmitir el mensaje a través de comunicadores políticos que todo lo que se dice de él o ella es falso, tendremos ahí sí a un claro ganador con varios puntos de ventaja sobre su oponente antes del 5 de junio (más allá de lo que digan las encuestas manipuladas y sesgadas por sus intereses económicos) Y si esto sucede, se sabrá quién será el ganador porque se sentirá en la calle, en el boca a boca, en el runrún popular que ese candidato(a) ya marcó la diferencia y el otro(a) ya fue.
En el momento que uno de los dos haga ese giro y se enganche ya no con el miedo sino con la confianza se producirá lo que alguna vez me dijera, aún en vida, mi gran admirado y querido amigo el ex presidente Fernando Belaunde Terry en una de las tantas charlas que solía tener con él, luego de mi exilio forzado mientras mi padre estaba todavía ilegalmente preso en el castillo del Real Felipe. El presidente Belaunde me decía: “Jaime, un presidente es elegido cuando el pueblo te ve, te escucha, te siente, te cree y luego “te coge” en sus brazos y te lleva en hombros hasta a Palacio de Gobierno por la fuerza de sus convicciones”. Sabias palabras de un gran peruano que fue escogido y “recogido” dos veces por los peruanos para ser su presidente. Qué lejana aquella imagen del maestro y del estadista que proyectaba don Fernando Belaunde comparada con la de los actuales candidatos. Pero en fin, así es la política peruana contemporánea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario